
«Él
hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos
hacia los padres” (Malaquías 4.6).
«Papá
pégame a mí, pero no le pegues a mamá». Así gritaba llena de angustia la niñita
de apenas seis años tratando de detener la brutalidad del hombre que golpeaba a
su madre. ¡Cuántos casos como este enfrentamos a diario! «Salvemos la familia».
Son muchos los testimonios que nos
alientan a seguir el camino de restaurar hogares, sanar heridas y ayudar a la
gente a descubrir lo más valioso de la vida: la salvación mediante nuestro
Señor Jesucristo.
El corazón de los hijos
ha abandonado el amor a los padres y busca en los amigos, la fantasía, la
pandilla, las drogas, el libertinaje sexual y el dinero fácil, el amor y el
respeto, la dirección y el propósito que perdieron en su propio hogar. ¡Ambos
corazones tienen que volverse el uno hacia el otro! No se puede ser padre sin
hijos, ni se puede ser hijo sin padres. ¿O es que acaso se puede ser río sin
agua?
En muchas casas, conste
que no digo «hogares», se vive la cultura del odio, la desobediencia, los
gritos, la falta de respeto, la deslealtad, la indiferencia, los abusos, los
golpes, las violaciones y toda clase de ejemplos inmorales. El esposo llega
borracho a golpear a la esposa. Los hijos usan drogas robándoles dinero a sus
padres. O estos mismos se encargan de
robarles a sus propios padres las cosas que adquirieron con tanto esfuerzo,
para poder adquirir un poco de droga.
A los padres les preocupa más derramar lágrimas por las
tristezas y amarguras de la protagonista de la telenovela, que por las
necesidades de sus hijos. Las
calificaciones de los muchachos son malas. Las deudas de los padres son cada
vez mayores… Las relaciones sexuales se han tomado salvajes y se han convertido
en un placer irresponsable. Cada día se manifiesta más el fantasma del
divorcio. Cada día las penumbras del suicidio se sacian cada vez más de las
vidas apenas frescas de los adolescentes. Cada día las llamas de ese infierno
se avivan con más fuerza.
La respuesta a este caos la tenemos en Jesucristo y es necesario
que el mundo lo conozca. Puesto que la Iglesia no puede ser mejor
que las familias que la forman, debe preocuparnos la restauración de la familia
como institución creada y guiada por Dios mismo. ¿Qué hacer ante tal
disyuntiva?
Tenemos noches donde
ministramos a las familias zozobrando en las aguas del fracaso y la resignacion y también días donde visitamos esos hogares casi
destruidos; donde el hombre juega su propio protagonico. Pero las evidencias están a la vista;
se ha instalado el desacuerdo, la división, prima los gritos, y allí se conjuga un mundo aparte de
sufrimientos y silencios. Nosotros, igual que Dios, creemos en la
evangelización de las familias porque Dios está en el bendito negocio de
«bendecir a todas las familias de la tierra».
Me
maravilla el relato de Pablo y sus discípulos yendo a una ciudad donde no había
una sinagoga judía. Un día Pablo y Silas se van al río donde acostumbraban
a estar las mujeres judías y allí predican la Palabra. Luego , se
libera a una jovencita de su opresión satánica. Esto lleva a los dos evangelistas
a la cárcel donde sufren en ese sitio incomodo, bajo la furia de los
latigazos. Allí vemos a Pablo ante el hombre que cuida esa cárcel, ese que
quizás fue el mismo varón macedonio que vio en visión. El carcelero se entrega
a Cristo y lo mismo hace su familia. Y esto nos hace llegar a una conclusión:
el terremoto que abrió las puertas de la cárcel no era para liberar a Pablo y a
Silas sino para liberar al carcelero y su familia.
Queremos ver individuos lavados en la sangre de Cristo. Hogares
transformados por su poder y su presencia. Iglesias que nacen a causa de muchas familias que se entregan a
Cristo. Iglesias establecidas fortaleciéndose porque la vida de sus familias
también ha crecido «Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra»
(Génesis 12.3).
Cuán importante es que en estos días se levanten siervos de Dios
y congregaciones para contrarrestar los medios de comunicación masiva,
liberales, sin temor de Dios, que atacan la estructura y los valores de la
familia, tal y como los concibe la
Palabra de Dios. Cuán
importante, repito, es que siervos de Dios y sus congregaciones se empeñen en
rescatar esos valores, a vivirlos y a ser parte del proceso de sanidad que Dios
nos envía a esta bendita tierra.
Lo hacemos mediante
seminarios, talleres, grupos de trabajo, conferencias, predicaciones,
consejería y otros medios prácticos y lícitos. Porque no somos sordos al clamor
que de todas partes brota: si queremos salvar al mundo, si
queremos sanar la tierra, si queremos que nuestros niños crezcan en un mundo
sano, ¡es necesario que antes salvemos la familia!
SIMON
MELENDRES Subof My ® y esposa ELSA TORRES (Ministerio a la Familia-Iglesia
Parque Republica)-Cita con la Vida-Provincia de Cordoba
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