martes, 4 de julio de 2017

ALGO QUE TOCA EL CORAZON DE DIOS

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«Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres” (Malaquías 4.6).
«Papá pégame a mí, pero no le pegues a mamá». Así gritaba llena de angustia la niñita de apenas seis años tratando de detener la brutalidad del hombre que golpeaba a su madre. ¡Cuántos casos como este enfrentamos a diario! «Salvemos la familia».
        Son muchos los testimonios que nos alientan a seguir el camino de restaurar hogares, sanar heridas y ayudar a la gente a descubrir lo más valioso de la vida: la salvación mediante nuestro Señor Jesucristo.
         El corazón de los hijos ha abandonado el amor a los padres y busca en los amigos, la fantasía, la pandilla, las drogas, el libertinaje sexual y el dinero fácil, el amor y el respeto, la dirección y el propósito que perdieron en su propio hogar. ¡Ambos corazo­nes tienen que volverse el uno hacia el otro! No se puede ser padre sin hijos, ni se puede ser hijo sin padres. ¿O es que acaso se puede ser río sin agua?
          En muchas casas, conste que no digo «hogares», se vive la cultura del odio, la desobediencia, los gritos, la falta de respeto, la deslealtad, la indiferencia, los abusos, los golpes, las violaciones y toda clase de ejemplos inmorales. El esposo llega borracho a golpear a la esposa. Los hijos usan drogas robándoles dinero a sus padres. O estos mismos se encargan de robarles a sus propios padres las cosas que adquirieron con tanto esfuerzo, para poder adquirir un poco de droga. 
         A los padres les preocupa más derramar lágrimas por las tristezas y amarguras de la prota­gonista de la telenovela, que por las necesidades de sus hijos. Las calificaciones de los muchachos son malas. Las deudas de los padres son cada vez mayores… Las relaciones sexuales se han tomado salvajes y se han convertido en un placer irresponsable. Cada día se manifiesta más el fantasma del divorcio. Cada día las penumbras del suicidio se sacian cada vez más de las vidas apenas frescas de los adolescentes. Cada día las llamas de ese infierno se avivan con más fuerza.
            La respuesta a este caos la tenemos en Jesucristo y es necesario que el mundo lo conozca. Puesto que la Iglesia no puede ser mejor que las familias que la forman, debe preocu­parnos la restauración de la familia como institución creada y guiada por Dios mismo. ¿Qué hacer ante tal disyuntiva?
         Tenemos noches donde minis­tramos a las familias zozobrando en las aguas del fracaso y la resignacion y también días donde visitamos esos hogares casi destruidos; donde el hombre juega su propio protagonico. Pero las evidencias están a la vista; se ha instalado el desacuerdo, la división, prima los gritos,  y allí se conjuga un mundo aparte de sufrimientos y silencios. Nosotros, igual que Dios, creemos en la evangelización de las familias porque Dios está en el bendito negocio de «bendecir a todas las familias de la tierra».    
            Me maravilla el relato de Pablo y sus discípulos yendo a una ciudad donde no había una sinagoga judía. Un día Pablo y Silas se van al río donde acostumbraban a estar las mujeres judías y allí predican la Palabra. Luego, se libera a una jovencita de su opresión satánica. Esto lleva a los dos evange­listas a la cárcel donde sufren en ese sitio incomodo,  bajo la furia de los latigazos. Allí vemos a Pablo ante el hombre que cuida esa cárcel, ese que quizás fue el mismo varón macedonio que vio en visión. El carcelero se entrega a Cristo y lo mismo hace su familia. Y esto nos hace llegar a una conclusión: el terremoto que abrió las puertas de la cárcel no era para liberar a Pablo y a Silas sino para liberar al carcelero y su familia.
        Queremos ver individuos lavados en la sangre de Cristo. Hogares transformados por su poder y su presencia. Iglesias que nacen a causa de muchas familias que se entregan a Cristo. Iglesias establecidas fortaleciéndose porque la vida de sus familias también ha crecido «Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra» (Génesis 12.3).
   Cuán importante es que en estos días se levanten siervos de Dios y congregaciones para contrarrestar los medios de comunicación masiva, liberales, sin temor de Dios, que ata­can la estructura y los valores de la familia, tal y como los concibe la Palabra de Dios. Cuán importante, repito, es que siervos de Dios y sus congregaciones se empeñen en rescatar esos valores, a vivirlos y a ser parte del proceso de sanidad que Dios nos envía a esta bendita tierra.
     Lo hacemos mediante seminarios, talleres, grupos de trabajo, conferencias, predicaciones, consejería y otros medios prácticos y lícitos. Porque no somos sordos al clamor que de todas partes brota: si queremos salvar al mundo, si queremos sanar la tierra, si queremos que nuestros niños crezcan en un mundo sano, ¡es necesario que antes salvemos la familia!

SIMON MELENDRES Subof My ® y esposa ELSA TORRES (Ministerio a la Familia-Iglesia Parque Republica)-Cita con la Vida-Provincia de Cordoba
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