miércoles, 23 de marzo de 2016

Reflexión

¿De dónde vendrá mi socorro?

A las montañas levanto mis ojos; 
      ¿de dónde ha de venir mi ayuda?

Así comienza uno de los tantos Salmos que impactan mi vida; aquí yo puedo ver a una persona llena de desazón y angustia debido a la situación adversa que está pasando.

Ya no le queda un lugar hacia donde dirigir su mirada en búsqueda de ayuda.

Cuántas veces a lo largo de nuestras vidas nos ha sucedido algo similar, cuántas personas hoy estarán buscando una mano amiga extendida que los auxilie. Puertas que se cerraron, una notificación, la enfermedad de un hijo, una crisis familiar. . . .y verdaderamente sentimos que estamos solos en un mundo lleno de personas, ¿de dónde vendrá mi ayuda?.

Como dije en el principio de esta nota, así comienza este Salmo, pero tiene un final feliz, porque todas las personas que claman a Dios por ayuda, tal como lo hizo el salmista, obtienen respuesta del Todopoderoso!

Dios en su inconmensurable sabiduría, en ciertas oportunidades de nuestras vidas, permite que el hombre y la mujer atraviesen por situaciones extremas (valles oscuros), donde no hay ayuda humana posible. Y ahí, en esa situación, motiva que llevemos nuestros ojos más allá de las montañas, hacia el infinito donde Él habita.

En ese estado de quebrantamiento y humildad, el corazón está preparado para tener un encuentro con Cristo Jesús, ya nuestras fuerzas se agotaron, nos rendimos, como aquel que se está ahogando en el medio del océano y paradójicamente, es el mejor momento para salvarlo, no presenta resistencia.

Si estás atravesando por un momento de angustia y dolor, quiero animarte a que le entregues tu vida a Jesucristo, como muchos de nosotros ya lo hemos hecho antaño y hoy podemos afirmar que es verdad este final feliz; puedes leerlo tu mismo.
Ariel Lucero – Ministerio a los Uniformados.-

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