martes, 12 de abril de 2016

Detrás de la cortina.

Hebreos 10:19-23

19 Hermanos, ahora podemos entrar con toda libertad en el santuario gracias a la sangre de Jesús, 20 siguiendo el nuevo camino de vida que él nos abrió a través del velo, es decir, a través de su propio cuerpo. 21 Tenemos un gran sacerdote al frente de la casa de Dios. 22 Por eso, acerquémonos a Dios con corazón sincero y con una fe completamente segura, limpios nuestros corazones de mala conciencia y lavados nuestros cuerpos con agua pura. 23 Mantengámonos firmes, sin dudar, en la esperanza de la fe que profesamos, porque Dios cumplirá la promesa que nos ha hecho. 

Antes del nuevo pacto en la sangre de Jesucristo, el pueblo de Dios precisaba el oficio del Sumo Sacerdote para presentar la sangre del cordero sacrificado a favor del pueblo y también del propio Sumo Sacerdote. De esa manera, si Dios aceptaba el sacrificio, los pecados eran cubiertos por el transcurso de ese año (día del perdón).

El Sumo Sacerdote debía trasponer un velo (cortina), donde se hallaba simbólicamente la presencia de Dios.

Con la muerte de Jesucristo en la cruz del calvario, ese velo se rasgó desde arriba (cielo) hacia abajo; Dios mismo dejaba libre el acceso a su presencia, porque el sacrificio de su Hijo (Cordero de Dios) había satisfecho la justicia divina exigida. Ya no harían falta más los sacrificios; consecuentemente ya no sería necesario el oficio del Sumo Sacerdote y de ningún otro hombre o mujer que intercediera por el pueblo para hallar el perdón.

El deber fundamental del ministro de Dios desde el día del sacrificio perfecto, es anunciar las buenas nuevas, enseñar la sana doctrina de Jesucristo y los apóstoles y otras actividades que en este caso no amerita su explicación. 

Pero nunca será la de mediar entre los pecadores y entre aquel que perdona los pecados – Dios-. 

Camaradas, el velo se rasgó y el Trono de Dios está a nuestro alcance; corramos felices y arrepentidos ante Su presencia por medio de Jesucristo, el único Camino!!!.

Ariel Lucero.- Ministerio a los Uniformados.

Pasajes bíblicos respaldatorios;


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